¡Oh, vosotros, que gozáis de sano entendimiento; descubrid la doctrina que se oculta bajo el velo de tan extraños versos! ~ Dante; Inferno

martes, 16 de octubre de 2012

Un anhelo en la oscuridad de los sueños.

     La oscuridad lo cubría todo; las sombras engullían todo atisbo de realidad... y sin embargo ella sabía que estaba allí. Notaba que estaba de pie, sin perder el equilibrio; notaba su propia presencia; podía verse las manos, los pies, pero nada de todo lo que la rodeaba...
     Avanzó unos pasos en la oscuridad, en busca de la salida, en busca de ayuda... nada. Dio varias vueltas sobre sí misma, para tener una mejor perspectiva de donde se encontraba, pero sólo vio oscuridad, todo era negro allá donde mirase. Empezó a asustarse.
     De pronto, algo empezó a brillar. Al principio la cegó, pero poco a poco fue distinguiendo una figura, un hombre; cuando estuvo lo bastante cerca pudo divisar su rostro: era él. Un aura de luz le envolvía el cuerpo, sin embargo, nada de lo que los rodeaba había cambiado. Pese a esto, una sensación de comodidad la invadió.
     Él le sonrió, su sonrisa la reconfortaba, le daba calidez; ella le devolvió la sonrisa, por lo que él sonrió más aún. Acto seguido, él extendió su brazo, ofreciéndole la mano, mientras seguía sonriendo. Cuando ella alargó la mano en busca de la suya, una sombra de duda la atravesó... él se percató de ello, y la sonrisa se le fue del rostro, pero seguía aún extendiéndole la mano. Ella, dubitativa, seguía sin reaccionar; tras unos segundos, un amargo rostro de tristeza asomó en la cara del chico, con unas lágrimas surcándole la faz...
     El muchacho cerró los ojos, pero seguía llorando... ella se dispuso a decir algo, pero, entonces, él abrió los ojos y un fuego vivo apareció en su mirada; ella se sobresaltó, pero no más que cuando vio que de la mano del chico empezaron a brotar unas llamas que, poco a poco, se iban extendiendo por el brazo...
     Él, ajeno a lo que sucedía, seguía ofreciéndole la mano, que ardía en llamas, pero no parecía inmutarse. Cuando las llamas alcanzaron el torso, ella ahogó un grito... las llamas le consumían, cada vez más rápido. Unas lágrimas brotaron del rostro de la chica, se sentía impotente, pues no podía reaccionar...
     Las llamas cubrieron el cuerpo del muchacho por completo, sin dejar ver ya su rostro, sólo apenas perceptible su figura y su brazo, que seguía extendido hacia ella, ofreciéndole la mano... ella lloraba desconsoladamente, pero nada cambiaba, nada sucedía...
     Entonces, se giró un viento en aquel extraño lugar, llevándose el fuego consigo, pero no dejó nada tras de sí... el muchacho había desaparecido.
     Las lágrimas de ella cesaron del asombro, pero de la sorpresa pasó a la desesperación, lanzando un grito en la oscuridad...
     Entonces, ella despertó... estaba empapada de sudor, un sudor frío; seguía en su cama, a salvo, en su habitación... había sido solamente un sueño...    

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