¡Oh, vosotros, que gozáis de sano entendimiento; descubrid la doctrina que se oculta bajo el velo de tan extraños versos! ~ Dante; Inferno

lunes, 23 de julio de 2012

Melancolía lunar

     El otro día, tuve el placer de contemplar un cielo completamente estrellado, un inmenso manto azul bordado con diminutos diamantes, cada uno de ellos de un valor incalculable, con la luna como estampado principal. La luna, reina de la noche, nos deleitó, una vez más, con su belleza sin par, con su luz plateada, capaz de ensimismar a todo ser vivo que pise esta tierra con su poder atrayente.
     Tenía ante mí uno de esos cuadros que nos otorga la naturaleza, si bien éste es más asiduo a aparecer a diferencia de otros, no por ello menos bello. La magia del momento, el poder de la luna y de las estrellas que antes he mencionado, produjo en mí un sentimiento, un vacío, una "melancolía lunar", tal y como verdaderamente se denomina a dicho poder.
     La melancolía lunar me hizo pensar, como la mayoría de la humanidad habrá hecho a lo largo de su historia al ver la luna y las estrellas, en nuestra insignificancia, en la inmensidad del kosmos, en el deseo de poder volar, por uno mismo y no mediante artefacto alguno, y llegar a la luna, poder tocarla con las manos... Todo esto se derivó, irremediablemente, en una serie de pensamientos existenciales, base primordial de la filosofía. ¿Qué es el hombre sino una hormiga entre tanta inmensidad, una ínfima parte de algo tan vasto e incalculable...?¿Por qué está aquí el hombre?¿Hay algún propósito oculto que el hombre no ha sido capaz de averiguar en los miles de años que lleva pululando por la Tierra?¿Nacemos sólo para morir...?
     ¡Ah! Angustia, eso fue lo que sentí verdaderamente tras venirme a la mente tantas preguntas. Sin embargo, no me resigné sino que mi vena filosófica salió a la superficie. "No es posible que todos y cada uno de nosotros hayamos nacido destinados simplemente a perecer al cabo de un tiempo, un lapso de tiempo diferente para cada uno de nosotros", me dije. El ser humano, dotado de raciocinio y de la capacidad de modelar el mundo a su antojo, no puede, pues, resignarse a permanecer en la Tierra sin propósito alguno, pues el hecho de que poseamos ese don para modelar lo que nos rodea es argumento suficiente, para mí, para hallar un atisbo de luz en un asunto demasiado oscuro, demasiado turbio...
     Dejando de lado la teología, camino paralelo a la filosofía, tomado por muchos para dar explicaciones a la creación del mundo y, sobre todo, del hombre, pues también intenta hallar la misión del hombre en la vida, y no por ello menos válido, intenté buscar la respuesta. Obviamente, no la hallé. Sin embargo, una idea pasó por mi cabeza, tal vez equivocada, pero aún así, hasta que nadie me demuestre lo contrario, creeré en ella.
      Aquello que me vino a la cabeza fue esto: como me parecía inconcebible que el ser humano, algo verdaderamente complejo, no tuviera sentido en la vida, pensé que todos tenemos una misión, pero no una misión colectiva, sino individual. Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia misión, sea cual sea, y al ser ésta de ámbito individual, puede concebirse como un derecho, pues no como deber: todos tenemos el derecho a averiguar qué somos, qué hacemos aquí y qué debemos hacer. Pero como derecho, también todos tenemos el derecho a renunciar a dicha búsqueda, a vivir según dicte la Providencia.
     Por tanto, cada uno de nosotros tenemos una misión en la vida, pero sólo nosotros podemos elegir si emprender su búsqueda y, una vez hallada, cumplirla o renunciar a ella o a su cumplimiento. En cuanto a mí, sigo buscando.

"El contenido del vídeo no es de mi propiedad. La pieza musical Infinite White pertenece a Steve Jablonsky  y a los creadores de la película Transformers."

lunes, 16 de julio de 2012

Un mundo sin amor


Vivimos en un mundo sin amor. Donde no hay amor, los sueños están vacíos; donde no hay amor, las palabras que prometen un mundo mejor son huecas; donde no hay amor, no hay verdadera libertad...
No es la gravedad la que mueve al mundo, sino el amor. Somos los hombres quienes tenemos la obligación de decidir nuestro futuro y cambiar nuestro mundo. Para ello, el ser humano debe contar con un elemento necesario e imprescindible, como el respirar, base de las relaciones entre individuos: el amor.
Del amor nace la libertad, esa idea absoluta que todo ser humano ha deseado desde tiempos inmemoriales, pero, como he dicho antes, sin amor, no hay libertad y sin libertad, no hay amor. Pues para que haya amor, debe haber respeto, núcleo inherente e inseparable de la libertad. Este es el punto, y no otro, en el que nacen muchos de los problemas mundiales de nuestro tiempo.
El respeto debe imperar en todas las relaciones humanas, pues es imposible imponerlo en los pensamientos humanos, ya que cada uno de nosotros, como humanos que somos, tenemos ideas y puntos de vista diferentes. Por tanto, cada vez que alguien exprese sus ideas y opiniones éstas deben ser respetadas, no importa su contenido, pues lo único que se puede llegar a sancionar son las acciones, no las palabras ni las ideas.
Hasta que no haya respeto entre nosotros, los humanos, no existirá la libertad verdadera. Hasta entonces, personas como yo nos conformamos con el mero pensamiento de la libertad, con saber que somos libres, digan lo que digan y hagan lo que hagan los demás para con nuestra propia persona. Por ello, para que exista el respeto, es necesario que implantemos el amor como régimen de gobierno.
Tomándome la licencia de divagar durante un momento, mi mente viaja a través del mundo actual y se dirige al colectivo más vulnerable y con menos capacidad para entender sobre el amor: los jóvenes. Mi alma llora al ver que los jóvenes no entienden sobre el amor. Muchos lo relacionan con el sexo (craso error), otros, un poco más acertados, lo entrelazan con las relaciones "amorosas" con otras personas (novios/as, marido y mujer...). Siendo este último concepto el fin último del amor no es, por sí mismo el "amor" en sí, sino solamente una parte de él, que abarca, a su vez, al sexo, que no es más que un complemento de dichas relaciones. No, el amor no consiste sólo en eso, sino que va mucho más allá, tal y como he dejado entrever al principio. 
Hace tiempo que lo pienso, pero ya es momento de decirlo, mi corazón no soporta ya más esperas. El problema principal del mundo, pasado y presente, fue la ignorancia, el no comprender bien. Querido lector, si aún no lo has entendido con todo lo que he dicho hasta ahora, no sufras, pues yo aliviaré tu sufrimiento; si, por el contrario, has acertado al coincidir tu respuesta con la que yo voy a dar a continuación: enhorabuena, estás más cerca del mundo de las ideas de Platón... del Nirvana... más cerca de ser un ser humano por completo...
He aquí a lo que me refería con el problema de comprensión que ha matado la esencia del ser humano: los humanos, largo tiempo atrás, escuchamos a un hombre, a un hombre cuyas ideas revolucionaban, en el verdadero sentido (y oculto) de la palabra, el mundo. Le escuchamos, pero no le oímos, no todos le comprendimos. No todos apreciaron lo que sus palabras transmitían, incluidos los que su más tarde se considerarían sus seguidores, que se multiplicaron hasta llegar a nuestros días. ¿Cuál fue su mensaje? Simplemente, que nos amaramos los unos a los otros. Estimado lector, te lo vuelvo a preguntar ahora con la certeza de que ya sabes la respuesta. En efecto, Jesús de Nazaret, Cristo para sus seguidores, los cristianos.
Lo que digo no es baladí, hablo totalmente en serio, con el corazón en la mano y con la mente calma. Por tanto, hablo de Jesús dejando de lado matices religiosos y hablando, solamente, como un filósofo, ya que a Jesús no sólo se le puede escuchar como Hijo de Dios, tal y como hicieron los cristianos, sino que también se le puede escuchar como filósofo, como alguien que cambiaría el mundo con palabras de amor y respeto mutuos. Los que me conocen saben que hablo sin religiosidad, sino como filósofo; los que no me conocen, simplemente tienen que leer, si quieren, el resto del blog para conocerme.
Bien, retomando el hilo argumental de la entrada, con el problema de comprensión que tuvo y sigue teniendo el ser humano sobre las palabras de Jesús  me refiero a que, tal y como demostró el transcurso de la historia siglos después, los propios cristianos olvidaron la palabra de Cristo, dejando de lado el amor como elemento fundamental de las relaciones humanas, sustituyéndolo por la violencia y la irrespetuosidad por las ideas ajenas. Sin embargo, no sólo los cristianos tuvieron la culpa, sino también todos aquellos que, escuchando las palabras de Jesús, las ignoraron voluntariamente, por las razones que fueran, pues éstas fueron muchas y diversas.
¿Por qué no se comprendió el mensaje de amor al prójimo?, me pregunto. Pues bien, tras reflexionar largo y tendido, creo que fue por las mismas razones que he mencionado supra, las que nos impiden vivir en libertad entre nosotros. Confundieron amor con sexo, con relaciones íntimas entre las personas, en vez de entenderlo por respeto mutuo y por la máxima de "vive y deja vivir". Sobre Jesús tengo muchas cosas que decir, pero ahora no es el momento de hablar de todas ellas.
Me despido ahora recordando que en un mundo sin amor, pocas cosas podemos esperar de él. Pues los sueños que no prevén para el futuro relaciones basadas en el amor y, junto con él, en el respeto, son sueños vacíos (no todos los sueños, se entiende, sino solamente aquellos sobre un mundo futuros, como el caso de Utopía de Tomás Moro). Para facilitar la tarea, tal y como dijera Agustín de Hipona, un filósofo de la África romana del siglo IV d.C., "si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa, sino lo que ama". Pues deberíamos basar nuestras relaciones humanas con los demás en lo que nos parecemos, no en lo que diferimos.


"Ni este vídeo ni su contenido son de mi propiedad, sino que pertenecen al grupo musical Audiomachine".