¡Oh, vosotros, que gozáis de sano entendimiento; descubrid la doctrina que se oculta bajo el velo de tan extraños versos! ~ Dante; Inferno

domingo, 20 de diciembre de 2015

Canción de fuego y noche

Esta noche la luna me incita a divagar.
Divagar, imaginar, improvisar. Llámalo como quieras, al fin y al cabo hablamos de la forma más pura que existe de representar nuestra alma, o al menos una parte de ella.
No cabe la lógica en estas demostraciones, sólo cabe el fuego. El fuego, una llama... eso es todo lo que aparece en mi mente. El fuego vive, el fuego arde de pasión; las llamas son una incesante fuente de improvisaciones: cada chispa, cada chisporroteo, cada gota ardiente bailando con asombroso y asfixiante poderío.
Nuestras almas son fuego, son vida, son entes imperturbables. Nacieron con el único propósito de abrazarse a ellas mismas, de adorarse a sí mismas y a sus semejantes. Los que son incapaces de arrancarse los ojos no entenderán esto, no lo harán; se necesita un gran acto de fe para perder partes de uno mismo.
Vivir, soñar y arder, ¡sí, arder!
Mi corazón es una llama que da calor a quien busca cobijo, pero los más incautos deben guardar las distancias para no quemarse; cuanto más cerca del fuego, más calor... cuanto más cerca de la luz, mayor será la sombra. 
Y sin embargo, es el fuego quien, en ocasiones, decide acercarse porque es él quien necesita de alguien para existir. Tanto poder y tanta dependencia en una misma existencia. ¡Irónico!
Pero, ¿qué hay en esta vida que no sea irónico, después de todo? 
Como, por ejemplo, que yo esté hablando del fuego habiendo sido inspirado por la luna, un ente gélido e impertérrito...


martes, 24 de noviembre de 2015

Las caricias del beso

Déjala entrar...
Deja que sus manos acaricien tu cara y que cada poro de tu piel se erice, víctima del cálido fuego que empieza a arder dentro de tu pecho.
Siente cómo sus pupilas se dilatan al contactar con tu cuerpo; siente como sus labios tiritan, nerviosos, por lanzarse a tapar cualquier sonido que provenga de tu boca.
Los latidos de tu corazón suben por tu cuello, tensan todo músculo que encuentran a su paso.
Cierras los ojos y todo se vuelve oscuro, pero sabes que no hay más luz que la que se encuentra frente a ti, descubriendo hasta la más mínima fibra de tu ser, y tú haciendo lo propio con ella.
Los recuerdos se agolpan a las puertas de tu mente. Recuerdas cómo la mirabas en la distancia; recuerdas cómo te sorprendió que el pelo corto pudiese gustarte tanto; recuerdas cómo esa sonrisa hacía que tu mundo se quebrase temporalmente.
En ese instante abres los ojos. Te das cuenta que creías ser de piedra; que era imposible que volvieses a sentir algo por otra mujer...
Déjala entrar... déjala entrar para que pueda abrazar y curar tu alma...


miércoles, 30 de septiembre de 2015

Frozen arrow

Negar que he usado este blog para vincular a mi propia alma sería esconder la verdad más allá de lo evidente. Lo usé para desahogarme en muchas ocasiones, y quizá para poder ver todo con un punto de vista más objetivo.
Ahora, después de mucho tiempo sin escribir, con apenas un sueño restante por cumplir -Y que temo que jamás se verá cumplido-, viendo el ocaso de todos los demás, recupero un hábito perdido para poder ver con claridad qué está ocurriendo en el núcleo de mi pecho.
¿Qué esperas de la vida cuando estás tan acostumbrado a que todas las aspiraciones que pudieras tener fueran cayendo una por una en el bárbaro pozo de los sueños rotos? ¿Qué espera la gente de un hombre sin sueños, de un hombre que perdió la fe en Dios y en sí mismo? Dicen que el único amor que verdaderamente debemos tratar de preservar es el amor propio, pues será el que jamás nos hará daño. Imaginad, pues, qué ocurre cuando dicho amor está en un nivel tan sumamente bajo que solo queda el conformismo. Como leí un día: "¿Sabes qué le ocurre a quien no consigue nunca lo que se propone? Que acaba por no saber incluso lo que quiere". 
El conformismo, eso es, en ese concepto se resume mi estado actual de ánimo. Todo cuanto venga, será bienvenido si me trae algún bien, pues ya no sé qué quiero. Y si fuera cierto que aún hay algo que deseo ver cumplido, se haya en el fondo de mi mente, y no puedo atisbar qué es.
Ante situaciones complejas e injustas, hay gente que decide alzarse y reaccionar. Yo, por mi parte, suelo quedarme reflexionando qué ha ocurrido, por qué y si verdaderamente quería llegar a este punto. Quién sabe, quizá es una señal del destino; quizá algo o alguien me está ayudando a tomar una decisión y no soy consciente de ello...
"Levántate y lucha", dirían algunos. Pero ya no tengo fuerzas ni para eso; tan joven y tan anciano... ¡Qué devenir me espera! Soy completamente odioso, lo sé; pero de eso se trata todo esto, de "cómo soy". ¿Y si intentara cambiar? ¿Y si alguien me empujara, me ayudará a dar el salto a cambiar para bien? Sí, sería lo idóneo, pues suelo moverme más cuando terceras personas, inocentes de soportar mi carga, están involucradas. Pero eso requiere mucho valor, valor que no tengo.
Una vez más, el miedo impide al ser humano progresar en su camino hacia la felicidad.
¿Y qué ocurriría si alguien no comprendiese tus gustos, tus ambiciones, tus deseos..? ¿Sería una ayuda, alguien que intenta aconsejarte qué debes y qué no debes hacer para que no sufras sin necesidad? O, por el contrario, ¿serían las cadenas que impiden que eches a volar cual ave?
Muchas dudas corroen mi semblante y mi alma en estos días. Pero, la respuesta a todos los enigmas la he de hallar yo para que logre, verdaderamente, concienciarme a actuar en consecuencia. Sin embargo, por el momento, mi primer objetivo es desembarazarme del frío que anida en mi pecho, un hielo que me entristece y agota mis fuerzas, pues está fuertemente anclado al corazón. Una flecha, una flecha congelada fue la que asestó el golpe, y para romper el hielo cual Aníbal Barca en los Alpes debo conseguir calor.
Empecemos con un abrazo a uno mismo, y a partir de ahí, intentaré mantener el fuego vivo dándole chispas y leña de esperanza, para que ésta no muera congelada...



domingo, 26 de abril de 2015

Al mar me debo.

"Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos".



¡Ay, el mar! A él nos debemos, a él nos arraigamos, a él le debemos la vida... y quién sabe si la muerte.
Pero lo que sí está claro es que ante el mar nos acobardamos, nos sentimos frágiles, ínfimos; nos zozobra el corazón. No obstante, con esa sensación de desazón emergen la fascinación y la adoración. ¿Quién no ha sentido cómo su alma empequeñecía al contemplar un atardecer en el mar? ¿O quién ha sido el afortunado de ver cómo se hinchaban los pulmones al respirar el aire que nos embriaga con la primera brisa de amanecer?
Mar, encarnación de los recuerdos del hombre y de la mujer por igual. A ti acudimos cuando buscamos consuelo, pues fuiste la madre que nos dio la vida millones de años atrás. Y una madre siempre está ahí para dar consuelo y cariño.
En tus sagradas notas mis oídos se recuestan para descansar del barullo y del ruido. Abrázame en tu regazo, elemento celestial, cuando necesite refrescar el calor de mi cuerpo; limpia la mugre de nuestras almas con cada roce tuyo, sutil y momentáneo.
Quiero preguntarte, estimado mar, si el vaivén de tus olas ha cambiado siquiera tu forma de ver las cosas; tu forma de arroparnos. En un mundo en cambio constante, permanecer estático en vida es un riesgo demasiado alto.
¿Qué hacer, entonces? ¿Cambiar, para bien o para mal? ¿Seguir martilleando la realidad con nuestro ser, cuales olas de tus adentros? 
Una tarde de dudas miré por mi ventana y vi el azul que amenazaba con abrazar la costa. Contesta a mis plegarias, madre de vida.


Háblame del mar, marinero; dime si es verdad lo que dicen de él.





miércoles, 22 de abril de 2015

Minutos vacíos, homenajes al "ser".

Cerca de cuatro meses han pasado desde la última vez que escribí algo en este blog...
Muchas veces me digo que la razón estriba que no tengo tiempo para escribir, que no estoy inspirado... pero en el fondo de mi corazón sé que la razón es otra.
Sí, mi alma ha cambiado, y tiempo ha que este blog se convirtió en un espejo de la misma. El tiempo que digo no tener como excusa es simple y llanamente tiempo que no quiero malgastar en chorradas; la inspiración, que huye de mí, es la punta del iceberg...
No, no escribo por esas excusas. No pongo nada porque ya no sé qué escribir, no sé qué decir sobre nada. No tengo musa, ya no.
Me pregunto a mí mismo por qué razón estoy escribiendo ahora, después de haber dicho todo cuanto he escrito momentos atrás.
La respuesta quizá sea que temo olvidar, como siempre, o quizá sea por realizar un homenaje al pasado: lo que fui y lo que no; lo que pensé y dejé de pensar...
¿Algún oído en la sala dispuesto a escuchar?