¡Oh, vosotros, que gozáis de sano entendimiento; descubrid la doctrina que se oculta bajo el velo de tan extraños versos! ~ Dante; Inferno

viernes, 30 de noviembre de 2012

Tengo un problema...

     No sabría decir cómo me siento en estos instantes. Una mezcla de sentimientos se agolpa a las puertas de mi alma. ¿Inutilidad? ¿Decepción? ¿Tristeza? ¿Coraje? ¿Incertidumbre? No lo sé...
     Durante esta época, desde hace ya unos años, me vienen a la mente una serie de pensamientos que no hacen más que atormentarme, torturarme... y, sinceramente, empiezo a cansarme de que me ocurra lo mismo año tras año. Estoy hastiado de mi malcontento...
     Conozco muy bien los motivos de mi "problemita emocional", y no los voy a citar aquí. El problema viene cuando yo, en un alarde de gallardía, me planto delante de esa barrera que se alza ante mí, impidiéndome el paso. Como es natural en mí, el primer arrebato da sus frutos, arremeto contra mis problemas y los venzo con facilidad, pero, luego, al pasar las horas, esa gallardía antes mostrada se desvanece,dando paso a un joven frágil y débil de convicción, sumido en la oscuridad, cuyos pensamientos se vuelven más y más turbios por momentos, pensamientos que ningún joven debería tener.
      Lo único que puedo hacer para aliviar mi "dolor" es meditar, recapacitar, buscar una vía de escape, encontrar esa luz que no todos encuentran. Temo entrar en un bucle oscuro sin salida... tengo miedo, miedo a afrontar la posibilidad que la verdad no me guste, miedo a que la solución que tanto ansío me lleve a un lugar inesperado, y que ese lugar me resulte desagradable o insufrible. En este viaje de un solo pasajero, el sendero se bifurca, y debo elegir. "Un bosque divergía en dos caminos, y yo elegí el menos transitado de los dos", dijo Robert Frost. Sin embargo, una cuestión me llega a la mente: ¿y si ya he elegido un camino sin saberlo? ¿Y si estoy en el más transitado, cuando debería haber escogido el otro...?
      Ahora, tan sólo me queda hacer lo que he mencionado antes: meditar para hallar la respuesta a todos mis porqués...
 
"El contenido de este vídeo no es de mi propiedad, sino que el tema Forgiven pertenece a City of the Fallen."

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Música, te doy las gracias.

    Cerré los ojos, pues una sensación de paz y tranquilidad me invadió cuando escuché la música. Su efecto fue instantáneo: me llevó, otra vez, a los lugares más recónditos de mi mente. Todo tipo de imágenes acudían a mi cabeza, todas ellas gratas y dichosas, pues es innegable que el tipo de música que uno escucha afecta a lo que la mente evoca.
    No me canso de admirar el misterioso poder que tiene la música en la mente humana, es mágico y sobrecogedor. ¿Cómo puede uno no quedarse embelesado con semejante regalo de los dioses? Uno de los mayores dones otorgados al hombre, sin duda: el don de crear música. Como dijo Nietzsche en su día: "sin música, la vida sería un error"; gran verdad.
    No puedo llegar a imaginar una vida sin la música, el idioma de los dioses. La música está conectada a la vida en sí misma. Ahora mismo, me encuentro sentado frente al ordenador, en casa, y sin moverme de la silla estoy reviviendo momentos de mi vida, reviviendo emociones pasadas, tan sólo con escuchar una composición musical. En efecto, la música se encuentra ligada a la vida, pues, ¿en qué se basa ésta sino? Toda canción o composición que se precie y que quiera considerarse bella está basada, de un modo u otro, en emociones concretas o en experiencias humanas.
    En este momento, estoy escuchando a Hans Zimmer, uno de mis compositores preferidos. Absolutamente sublime. Sus BSO´s están repletas de emociones, sentimientos, están rebosantes de vida, una vida y alma propias...
    No puedo negar la influencia de la música en mi vida, en mi forma de ser, en mi personalidad...Por ello, doy gracias a Dios, pues es un regalo que he sabido apreciar a lo largo de mi vida, y que seguiré apreciando hasta el día de mi juicio final. Si de algo estoy seguro, es de la importancia de la música, sobre todo para mí, pues me ha ayudado en los momentos difíciles, en los felices, y, sobre todo, me ha ayudado a comprender y a vivir la vida mucho mejor.


"El contenido del vídeo no es de mi propiedad, sino que el tema And then I kissed him pertenece a Hans Zimmer."
  

sábado, 24 de noviembre de 2012

He fallado...

     He fallado. Me he fallado a mí mismo. No he podido olvidarte... Juré que te olvidaría, pues el dolor de verte con otro era demasiado grande para mi corazón. Pero he fracasado estrepitosamente...
     Me di cuenta el otro día, cuando te vi sonreír, una vez más. Tu rostro me cegó con su luz, una luz que quedó grabada a fuego en mi mente; fue como un "shock": todo mi cuerpo se estremeció por el vuelco que dio mi corazón. No pude sostenerte la mirada; tu luz me cegaba, como una sombra que ve el sol por primera vez.
     Lo he intentado, de verdad.  Intenté alejarme de ti, pero no pude; tu imagen seguía latente en mi alma. Incluso cuando estaba con otras personas tu recuerdo acechaba mi mente. Tu aroma, tu rostro, tu voz, tu risa, tus ojos, tu cuerpo... todos mis recuerdos sobre ti venían súbitamente a mi cabeza. Me pregunté, en ese momento, qué era lo que me había hechizado de tal manera... hallé la respuesta: fue tu sonrisa. Conjuraste un encantamiento sobre mi alma sin articular palabra, sólo con sonreírme hiciste que cayera bajo tu embrujo.
     Ahora me pregunto, ¿qué debo hacer? ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Cómo debo reaccionar? Estoy en una encrucijada mucho más grande que la anterior. Decidí olvidarme de ti para no hacerme daño, intentar olvidar ese amor que surgió de la nada. Pero, ahora, al darme cuenta de lo imposible que me resulta  olvidarte, no tengo una segunda opción. Tan sólo me queda sufrir, sufrir como nunca antes había sufrido; deberé cargar con los remordimientos cada vez que te vea...
     Sin embargo, algo me dice que tengo otra opción, pero esperaba no recurrir a ella... esa vía de escape, tan horrorosa que ni siquiera he podido planteármela, es la huida, huir de ti, no volver a verte nunca más... no, no estoy dispuesto a ello; lo dije una vez y lo volveré a repetir: te aprecio demasiado como para dejar de verte, como para dejar de hablarte...
     Así que elegiré el sendero menos transitado, y el más doloroso, para mí: convivir con el sufrimiento. Pero mi alma me dice que esté tranquilo, que no pierda la esperanza, algo que a día de hoy parece un esfuerzo titánico... 
     Decidido está... pero, ¿quién sabe? La vida me depara muchos secretos, muchas sorpresas; tal vez, algún día, encuentre a otra mujer que me haga sentir lo mismo que siento por ti, haciendo, a su vez, que te olvide. Pues, como se suele decir, un clavo saca otro clavo, ¿no?


"El contenido del vídeo no es de mi propiedad, sino que el tema The Road Less Travelled pertenece a City Of The Fallen".
   

martes, 20 de noviembre de 2012

Lo que quiero...

    "¿Qué quiero en realidad?", me preguntaba el otro día. Todavía no lo sé a ciencia cierta, sólo puedo llegar a atisbar qué me gusta, qué es lo que me hace sentir vivo.
    Quiero leer a todas horas; leer poesía: a lord Byron, a Charles Baudelaire, a Walt Whitman, a Robert Frost, etc.; leer novelas: bélicas, negras, de fantasía...; leer teatro: Shakespeare, Calderón de la Barca, y demás. Quiero verme sentado, en un futuro, en un sillón frente a una chimenea junto con mi perro, un labrador, al que llamaré "Hamlet", mientras leo una buena novela.
     Quiero pasear por bosques, a través de senderos de tierra; acariciar al viento cada vez que extienda mis brazos mientras me hallo en un acantilado, a un paso del abismo; respirar aire puro en las montañas; admirarme una vez más con la belleza del inmenso mar azul; sentarme en la hierba, en medio de la naturaleza, para poder meditar y sentir cómo fluye la vida a través de la madre tierra.
    Quiero reírme, la chispa de la vida y de la felicidad, con mis amigos, con mis seres queridos, a todas horas; quiero estar con mi familia, sentir esa calidez que sólo ellos te pueden dar; quiero tener una sonrisa las 24 horas del día, incluso cuando esté durmiendo, pues eso significará que tengo un sueño plácido.
     Quiero coger de la mano a esa persona especial y pasear hasta el fin de los días con ella, sin mediar palabra, solamente nuestras esencias serán las que articulen las palabras sin sonido; mirarla a los ojos, y descubrir, entonces, la verdad del mundo, la verdad del universo... descubrir mi existencia en sus pupilas; observar cómo sonríe cada vez que gasto alguna broma o cuento algún chiste; quiero sentirme el hombre más feliz del mundo cuando esté con ella.
      Quiero desprenderme de este cuerpo terrenal, que mi alma vuele libremente hacia los lugares más ignotos, a los planetas y galaxias más lejanos; que ésta surque los mares y cielos, sobrevolar los parajes olvidados por el hombre, alejarme de este mundo, llegar a ver lo que nadie ha visto...
      Quiero saber lo que nadie sabe, averiguar lo que apenas intuyo; quiero tener el conocimiento supremo, llegar al mundo de Platón y descubrir una luz que muy pocos pueden llegar a ver en este mundo de sombras.
       Quiero... vivir.


"Este vídeo y su contenido no son de mi propiedad, sino que la pieza musical Reaching pertenece al grupo musical Audiomachine".

jueves, 15 de noviembre de 2012

Mi tierra...

    Me despertó el sonido del motor. Ahí estaba yo, en el autobús, rumbo a mi tierra natal, con la cara pegada al cristal. Me había invadido el sueño durante casi todo el trayecto, y ahora, en el tramo final de éste, me despierto.
    Ha sido un largo y tedioso viaje, pero entonces miro la montaña que se alza orgullosa allá, a lo lejos, y todas las penas se desvanecen. No es una gran montaña, ni mucho menos, pero es "esa" montaña, no hay otra igual en el mundo. Además, es la montaña que me permite saber que allí está mi pueblo, el lugar donde nací, donde está mi familia. Una sonrisa se dibuja en mi rostro sin quererlo; es inevitable, cada vez que veo a ese entrañable pedrusco una sensación de paz y tranquilidad se adueña de mí.
    Es extraño; ¿cómo una roca puede evocar semejantes sentimientos? Una existencia que ni siquiera es consciente de que existe, eso es una roca. Pero, a medida que me acerco a mi destino, me doy cuenta: no es la montaña la que me evoca esa sensación de paz, tan ansiada y buscada y que pocas veces podemos hallar, sino que somos nosotros los que le infundimos sentimientos: vertemos nuestro cariño y afecto a un objeto inanimado, convirtiéndose éste en algo verdaderamente especial para el resto de nuestras vidas.
    El trayecto continúa, y cada vez estoy más cerca de pisar tierra otra vez. Ahora la montaña se muestra ante mí con todo su esplendor. La felicidad, ese sentimiento tan complejo, me desborda. Todas las penurias que me han ocurrido a lo largo de la semana desaparecen, mágicamente. Pero si con esto no tenía suficiente, atisbo en la lontananza el mar azul... ¡ah! ¡el mar...! Pocas cosas en este mundo son tan bellas y misteriosas como el mar. Tan peligroso y tan bello al mismo tiempo.
    La tierra y el mar se funden en un abrazo, como dos amantes que se encuentran tras largo tiempo separados. La montaña alarga un brazo hacia el agua, como queriendo decir "no te alejes, quédate conmigo". 
    Cierro los ojos una vez más, pero esta vez sin ánimo de dormir, sino con la intención de encontrar esos sentimientos que guardo en mi alma y que afloran nada más ver el mar y la montaña. Sentimientos de felicidad, amor, paz y seguridad. Sí, seguridad... porque cuando atravieso, por fin, el límite exterior de mi tierra me siento como si un gigante de piedra nos custodiara a todos y a cada uno de los que viven a su sombra, vigilando eternamente por nosotros.
     El bus llega a su destino. Recojo mis pertenencias, me dispongo a apearme de ese vehículo infernal y me despido con alegría del sonido inmundo del motor del susodicho trasto, con la esperanza de no volver a subir a semejante cosa.
     Nada más pisar tierra, inspiro una bocanada de aire: ¡ah! ¡esto sí que es aire puro, y no lo de la ciudad! Observo a grosso modo el paisaje que me rodea: los árboles se extienden a lo largo de la montaña, la cual me da la bienvenida ofreciéndome un magnífico atardecer, pues el sol se oculta tras ella, cual niño tras las faldas de su madre; el mar se extiende con toda su magnificencia a lo largo de la costa. De repente, una brisa de aire fresco invade el lugar; cierro los ojos y extiendo los brazos para disfrutarla... estoy en casa.


"El contenido del vídeo no es de mi propiedad. El tema Opalescence pertenece a Thad Fiscella".