¡Oh, vosotros, que gozáis de sano entendimiento; descubrid la doctrina que se oculta bajo el velo de tan extraños versos! ~ Dante; Inferno

viernes, 12 de diciembre de 2014

Amasijo

Una luz se apagó...
La llama que mantenía el calor de este confuso e iluso corazón ha sido consumida por su propia luz.
Ni siquiera sé cómo expresarlo. Pero sé que no es inefable; simplemente, no encuentro las palabras.
He perdido la ilusión por aquello que hacía que mi alma vibrara de emoción.
Ya no siento esas impetuosas ganas de hacer aquello que no deseo.
Me han preguntado si me pasaba algo.
No, no me ocurre nada, sino todo lo contrario: el mundo continúa hacia delante, y yo he vuelto a dar marcha atrás.
Por primera vez en mi vida miro al firmamento, a la luna, y no siento nada. 
Vacío. Me siento vacío; y cada día que pasa, más aún.
Y tras el vacío, sólo persiste una cosa, el único sentimiento capaz de usurparle el sitio al Amor como motor de mundo: el odio, el odio a lo mismo de siempre.
En este proceso de automatismo, aquello que me emocionó; aquello que conmovió a mi ser, empieza a dejar de surtir efecto en mí, paulatinamente. 
Soy como un oso que desea hibernar, comenzar un largo y lento letargo hasta el fin de mis días.
Soy la sombra que se alarga con las horas de oscuridad.
Soy el trazo difuso en un lienzo en blanco; o, quizá, la mancha que se dibuja al rectificar una frase, una palabra, una letra...
Soy, en definitiva, un amasijo de ideas y emociones que han reposado demasiado y desean explotar al mismo tiempo para, así, despertar.
Soy la nada y soy el todo, al mismo tiempo.
Soy... un hombre arrepentido.