¡Oh, vosotros, que gozáis de sano entendimiento; descubrid la doctrina que se oculta bajo el velo de tan extraños versos! ~ Dante; Inferno

miércoles, 28 de mayo de 2014

Sacrificio


Llega un momento en la vida de toda persona en el que debes plantearte todo cuanto conoces -o crees saber- y todo cuanto te define. Muchas veces lo hacemos meramente para averiguarnos a nosotros mismos, para poder definirnos y no tratar, así, con un extraño cada vez que nos miremos al espejo; otras, simplemente lo hacemos porque queremos y debemos cambiar, pues así lo exigen las circunstancias de nuestra vida.
Sin embargo, en ocasiones lo que se pone en tela de juicio no son nuestros conocimientos ni nuestra forma de ser, sino, como decía William Blake, las deidades que residen en nuestro corazón: los sentimientos. Así, pues, nos preguntamos qué amamos, qué odiamos, qué nos hace sufrir, qué nos hace enfadar, qué nos entristece, qué nos divierte, qué nos alegra... qué nos hace sentir vivos, en definitiva. 
Harto tiempo llevo intentando responder a esas preguntas para saber quién soy en realidad y qué estaría dispuesto a hacer y qué no, y aún sigo intentando hallar la respuesta... No obstante, pese a que sigo sin definirme con claridad -Lo que demuestra lo inseguro que puedo llegar a ser-, sí hay una idea, o palabra, que me define como persona, como un ser capaz de relacionarse con los demás... como un ser capaz de amar; esa palabra es "autosacrificio". 
Para un cristiano, dos son los mayores actos de Amor que uno puede llegar a demostrar al prójimo: el perdón y el sacrificio personal. Me gustaría decir que cumplo con el primero a rajatabla, pero sería mentirme a mí mismo, pues ni siquiera soy capaz de perdonar a mi propia persona.
En cuanto al sacrificio, es un término muy arraigado en mi familia, el autosacrificio forma parte de nuestra idiosincrasia, pues siempre nos martirizamos por el bien de aquellos que nos importan. Sin embargo, yo he ido un paso más allá: no sólo soy capaz de sacrificarme por todos los que me importan, sino que he descubierto que soy capaz de sacrificar a mi propio corazón, a mis sentimientos, a mis deidades... con tal de mantener una fingida estabilidad en mi vida: "todo está bien ahora", "es mejor así", "mejor que sufras tú a hacer sufrir a quien amas y arriesgar a perderla de tu vida".
Sí, así soy yo. Yo, quien tantas veces ha predicado la importancia de ser fiel a nosotros mismos y a nuestras emociones, soy el primero en dudar de mis principios con tal de evitar "males mayores" (¡Vaya! ¡Hipocresía! Nueva palabra que podría añadir a mi lista, pero sería hacer trampa, pues todas las personas de este maldito mundo somos hipócritas por naturaleza). La procesión, en mi caso, siempre se anda en mi interior, y cada vela encendida deja caer dulcemente la cera derretida, abrasándome el alma con cada gota de ésa. Es cuestión de tiempo que acabe calcinado...
Sufro, siempre sufriendo; mi corazón se desboca, me falta el aire, y muchas veces por un pensamiento que cruza mi mente de manera fugaz. Me consuela saber que ella jamás lo sabrá, jamás conocerá mi dolor; y, en caso de que estuviera equivocado, sólo pido perdón, comprensión y tiempo para que mi corazón olvide, aun sabiendo que ese olvido puede no llegar jamás...