¡Oh, vosotros, que gozáis de sano entendimiento; descubrid la doctrina que se oculta bajo el velo de tan extraños versos! ~ Dante; Inferno

martes, 27 de agosto de 2013

¿Qué clase de persona..?

El ser humano es puro sentimiento, y lo que más necesita el hombre es sentirse vivo. Para ello se sirve de sueños, de futuros que pueden no cumplirse jamás, de aspiraciones...
Es cierto. Deberíamos vivir el presente y no pensar tanto en el mañana. Pero somos humanos. Es inevitable pensar en el futuro, pues está en nuestra forma de ser. No hacemos más que plantearnos nuestro sino, no hacemos más que pensar qué nos deparará la suerte. Somos débiles. Nos corregimos a nosotros mismos diciendo cosas como "No pienses en ello, vive el presente", pero somos el único animal que cae dos (y más) veces en la misma piedra.
Así, pues, necesitamos tener sueños, aspiraciones de futuro, ambiciones... pensamientos necesarios para seguir adelante en momentos de necesidad.
Pero, ¿qué ocurre cuando no tienes ni sueños ni ambiciones? ¿Qué ocurre cuando tus aspiraciones están huecas? ¿Qué sucede cuando no tienes a nadie a quien amar, a nadie de quien preocuparse? ¿En qué clase de persona te convierte eso? ¿En qué te transformas cuando te das cuenta de que no tienes aspiraciones más allá de vivir mañana, cuando te das cuenta de que no tienes un sueño que te impulse a esforzarte al máximo para llegar a ser aquello que deseas?
¿Qué clase de persona es esa?
Tal vez un autómata...

domingo, 4 de agosto de 2013

La chica que leía en el balcón

"El vídeo y su contenido no me pertenecen, sino que el tema The End ha sido compuesto por Stephen Warbeck para la película Shakespeare in love"


Hay ocasiones en las que se me antoja salir al balcón para poder ver el mar y disfrutar de la plácida brisa. El destino ha querido que hoy, esta tarde en concreto, fuese un día de esos, pues el calor dentro de casa se hacía insoportable.
Estaba yo, tan tranquilo, observando mi querido Mediterráneo, maravillado por su belleza mientras la luz del crepúsculo le daba un color mágico, cuando he girado la vista, en dirección al edificio de enfrente, y me he quedado prendado de una vista más hermosa que la del propio mar: una joven, leyendo un libro apaciblemente en el balcón.
La joven permanecía sentada en una silla, con los pies en alto, sobre la barandilla del balcón, y el libro, objeto de su amena lectura, en su regazo. Pasaba las páginas grácilmente con sus suaves dedos, mientras el sol, a sus espaldas, hacía brillar su cabello dorado. El rubio de su pelo alcanzaba una belleza sin parangón gracias a la luz crepuscular, pero cuando sus finos dedos han desplazado unos cabellos que entorpecían su lectura detrás de su oreja, ¡oh, que me parta un rayo si no me he quedado ensimismado mirando ese sutil, pero hermoso, gesto!
Aun estando a una considerable distancia de ella, diría que he llegado a vislumbrar una sonrisa mientras leía. En ese instante, me he dado cuenta: un hombre no sabe qué es la belleza hasta que no ve a una mujer sonreír. ¡Oh, Dios mío! ¡Quién sabe cuánto tiempo me he quedado paralizado en el balcón ante semejante visión!
Embelesado como estaba por ese regalo que Dios había tenido a bien ofrecerme, puedo asegurar que algo dentro de mí lloraba de dolor cuando ella ha cerrado el libro y ha entrado en su casa, mientras lo último que he podido llegar a atisbar han sido unos rayos dorados de su cabello, que se despedían de mí, quién sabe si para siempre...