¡Oh, vosotros, que gozáis de sano entendimiento; descubrid la doctrina que se oculta bajo el velo de tan extraños versos! ~ Dante; Inferno

martes, 11 de diciembre de 2012

Belleza en la locura

     ¿Has sentido alguna vez ese impulso de decir una burrada? Sí, ¿verdad? Es reconfortante; te quitas una especie de "peso" de encima, aunque haya gente que no entienda "el chiste". No obstante, la gente suele reaccionar de una manera distinta de la que te imaginas: "está loco"; "está como una regadera", etc.
     Personalmente, he de decir que me llama muchísimo la atención la "locura" de la gente. ¿Por qué? Porque atisbo cierta belleza en la locura, cierto ingenio. Sin embargo, al igual que Erasmo de Rotterdam, yo también haré una clasificación de "locuras".
     Manteniendo la distinción que hizo Erasmo de Rotterdam (locura positiva y negativa), yo hago la distinción de la locura voluntaria e involuntaria. La voluntaria, por un lado, como bien indica su nombre, implica que el sujeto dice o hace alguna insensatez voluntariamente, buscando las risas o las carcajadas de la gente, o, ¿por qué no?, demostrando a todos que es capaz de entender cosas que los demás son incapaces de atisbar siquiera. Por otro lado, la involuntaria, es aquella que responde a estímulos incontrolables por parte del sujeto (la locura en sí, como todos la conocemos, vamos). Debo decir que es la voluntaria, y no la segunda, la que me llama la atención, pues la involuntaria es una enfermedad y una desgracia, no algo digno de admirar, ya que la locura voluntaria implica que el sujeto o es un payaso o es un genio. El payaso, si os soy sincero, "ni fu ni fa",  "ni me va ni me viene", ¿me entendéis? El genio, el sujeto con la capacidad de ver cosas que los demás no pueden, es el que me fascina.
     Soy un hombre de letras, un humanista. Por lo tanto, es mi deber sorprenderme con las cualidades y virtudes de las personas. Pues bien, una de las virtudes que más me gustan de los seres humanos es, como habréis averiguado ya, la genialidad. Ante estos "ataques" de ingeniosa locura, no puedo sino preguntarme "¿qué demonios ha visto que yo no puedo ver?", al menos en ese momento, pues, en caso de ser una broma, se suelen entender "al vuelo" o al cabo de unos instantes. ¿Es mi afán de conocimiento el culpable de tamaña y absurda obsesión? Puede ser.
      Solamente sé que ese tipo de gente no está loca, sino todo lo contrario. Juegan con nosotros, nos manipulan a su antojo, nos hacen ver como seres inferiores sin que nosotros lo sepamos y de las maneras más inverosímiles (casi impensables para nosotros, pero sí muy plausibles para ellos). No me gustaría nada ver como uno de esos sujetos utiliza su ingenio para hacer el mal, pues es innegable que el bien y el mal sigue latente en todas las locuras. Pero, hasta ese entonces, seguiré atisbando cierta "belleza" en la locura. 

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