¡Oh, vosotros, que gozáis de sano entendimiento; descubrid la doctrina que se oculta bajo el velo de tan extraños versos! ~ Dante; Inferno

lunes, 16 de junio de 2014

Notas del presente-pasado

El vídeo y el tema Goodbye my son no son de mi propiedad, sino que éste pertenece a Hans Zimmer y a los creadores de Man of Steel.


Muchos de los que me conocéis sabéis que adoro la música, al menos en casi todas sus formas de expresión (¡muerte al reguetón!). Pero no es de eso de lo que vengo a hablar.
El leit motiv que me trae aquí es que ayer por la noche, como todas las noches, me puse los cascos y me evadí un poco de este mundo, escuchando las piezas que más me gustan. Esto me llevó a oír una canción tras otra, llegando a escuchar algunas que han formado parte de mi infancia, de mi vida en general -Cosas que tiene la mente, que es caprichosa-: Háblame del mar, marinero; La deuda...
Estas dos canciones, en concreto, me recordaron a seres muy queridos para mí: mis abuelos paternos, al siempre afable don Joaquín... (en paz descansen todos ellos). Como es lógico, las lágrimas se apoderaron de mi rostro a los pocos segundos -Soy muy sensible, qué queréis que le haga...-. Así que me puse a pensar una vez más en las innumerables y maravillosas propiedades que tiene la música. De esto, y no de otra cosa, es de lo que quiero hablar.
Estoy completamente seguro de que ni tan siquiera las siniestras y tenebrosas aguas del Leteo serían capaces de eliminar un recuerdo forjado a fuego en nuestra alma con música. Podríamos olvidarlo todo y, aun así, ver cómo al oír una melodía concreta nuestra mente se convulsionaría haciendo que perdamos la cabeza intentando averiguar de qué demonios nos suena esa canción.
La música se alza, en esta propiedad suya, como un puente entre el pasado y el presente, entrelanzándolos en una especie de bucle temporal -O una desarmonía; ¡yo qué sé! No soy científico, aplico el término que me parece más correcto-. El pasado deja de parecer algo imposible de alcanzar, para fusionarse durante un corto lapso de tiempo con el presente. Los recuerdos empiezan a manar como si de una fuente se tratara -Bueno, en realidad, la música es una fuente de inspiración-, y luego no hay quien se deshaga de ellos...
Podría hablar barbaridades sobre el tema, pero tampoco quiero hacer de esto una homilía que aburriría al mismísimo Papa de Roma. Así que, para concluir, una cita:
Nietzsche decía: la vida sin música sería un error. Una vez más, no puedo sino estar de acuerdo en esa aseveración

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