¡Oh, vosotros, que gozáis de sano entendimiento; descubrid la doctrina que se oculta bajo el velo de tan extraños versos! ~ Dante; Inferno

domingo, 4 de agosto de 2013

La chica que leía en el balcón

"El vídeo y su contenido no me pertenecen, sino que el tema The End ha sido compuesto por Stephen Warbeck para la película Shakespeare in love"


Hay ocasiones en las que se me antoja salir al balcón para poder ver el mar y disfrutar de la plácida brisa. El destino ha querido que hoy, esta tarde en concreto, fuese un día de esos, pues el calor dentro de casa se hacía insoportable.
Estaba yo, tan tranquilo, observando mi querido Mediterráneo, maravillado por su belleza mientras la luz del crepúsculo le daba un color mágico, cuando he girado la vista, en dirección al edificio de enfrente, y me he quedado prendado de una vista más hermosa que la del propio mar: una joven, leyendo un libro apaciblemente en el balcón.
La joven permanecía sentada en una silla, con los pies en alto, sobre la barandilla del balcón, y el libro, objeto de su amena lectura, en su regazo. Pasaba las páginas grácilmente con sus suaves dedos, mientras el sol, a sus espaldas, hacía brillar su cabello dorado. El rubio de su pelo alcanzaba una belleza sin parangón gracias a la luz crepuscular, pero cuando sus finos dedos han desplazado unos cabellos que entorpecían su lectura detrás de su oreja, ¡oh, que me parta un rayo si no me he quedado ensimismado mirando ese sutil, pero hermoso, gesto!
Aun estando a una considerable distancia de ella, diría que he llegado a vislumbrar una sonrisa mientras leía. En ese instante, me he dado cuenta: un hombre no sabe qué es la belleza hasta que no ve a una mujer sonreír. ¡Oh, Dios mío! ¡Quién sabe cuánto tiempo me he quedado paralizado en el balcón ante semejante visión!
Embelesado como estaba por ese regalo que Dios había tenido a bien ofrecerme, puedo asegurar que algo dentro de mí lloraba de dolor cuando ella ha cerrado el libro y ha entrado en su casa, mientras lo último que he podido llegar a atisbar han sido unos rayos dorados de su cabello, que se despedían de mí, quién sabe si para siempre...

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