Vivimos en un mundo sin amor. Donde no hay amor, los sueños
están vacíos; donde no hay amor, las palabras que prometen un mundo mejor son
huecas; donde no hay amor, no hay verdadera libertad...
No es la gravedad la que mueve al mundo, sino el amor.
Somos los hombres quienes tenemos la obligación de decidir nuestro futuro y
cambiar nuestro mundo. Para ello, el ser humano debe contar con un elemento
necesario e imprescindible, como el respirar, base de las relaciones entre
individuos: el amor.
Del amor nace la libertad, esa idea absoluta que todo ser
humano ha deseado desde tiempos inmemoriales, pero, como he dicho antes, sin
amor, no hay libertad y sin libertad, no hay amor. Pues para que haya amor,
debe haber respeto, núcleo inherente e inseparable de la libertad. Este es el
punto, y no otro, en el que nacen muchos de los problemas mundiales de nuestro
tiempo.
El
respeto debe imperar en todas las relaciones humanas, pues es imposible
imponerlo en los pensamientos humanos, ya que cada uno de nosotros, como
humanos que somos, tenemos ideas y puntos de vista diferentes. Por tanto, cada
vez que alguien exprese sus ideas y opiniones éstas deben ser respetadas, no
importa su contenido, pues lo único que se puede llegar a sancionar son las
acciones, no las palabras ni las ideas.
Hasta que
no haya respeto entre nosotros, los humanos, no existirá la libertad verdadera.
Hasta entonces, personas como yo nos conformamos con el mero pensamiento de la
libertad, con saber que somos libres, digan lo que digan y hagan lo que hagan
los demás para con nuestra propia persona. Por ello, para que exista el
respeto, es necesario que implantemos el amor como régimen de gobierno.
Tomándome
la licencia de divagar durante un momento, mi mente viaja a través del mundo
actual y se dirige al colectivo más vulnerable y con menos capacidad para
entender sobre el amor: los jóvenes. Mi alma llora al ver que los jóvenes no
entienden sobre el amor. Muchos lo relacionan con el sexo (craso error), otros,
un poco más acertados, lo entrelazan con las relaciones "amorosas"
con otras personas (novios/as, marido y mujer...). Siendo este último concepto
el fin último del amor no es, por sí mismo el "amor" en sí, sino solamente
una parte de él, que abarca, a su vez, al sexo, que no es más que un
complemento de dichas relaciones. No, el amor no consiste sólo en eso, sino que
va mucho más allá, tal y como he dejado entrever al principio.
Hace
tiempo que lo pienso, pero ya es momento de decirlo, mi corazón no soporta ya
más esperas. El problema principal del mundo, pasado y presente, fue la
ignorancia, el no comprender bien. Querido lector, si aún no lo has entendido
con todo lo que he dicho hasta ahora, no sufras, pues yo aliviaré tu
sufrimiento; si, por el contrario, has acertado al coincidir tu respuesta con
la que yo voy a dar a continuación: enhorabuena, estás más cerca del mundo de
las ideas de Platón... del Nirvana... más cerca de ser un ser humano por
completo...
He aquí a
lo que me refería con el problema de comprensión que ha matado la esencia del
ser humano: los humanos, largo tiempo atrás, escuchamos a un hombre, a un
hombre cuyas ideas revolucionaban, en el verdadero sentido (y oculto) de la
palabra, el mundo. Le escuchamos, pero no le oímos, no todos le comprendimos.
No todos apreciaron lo que sus palabras transmitían, incluidos los que su más
tarde se considerarían sus seguidores, que se multiplicaron hasta llegar a
nuestros días. ¿Cuál fue su mensaje? Simplemente, que nos amaramos los unos a
los otros. Estimado lector, te lo vuelvo a preguntar ahora con la certeza de
que ya sabes la respuesta. En efecto, Jesús de Nazaret, Cristo para sus
seguidores, los cristianos.
Lo que
digo no es baladí, hablo totalmente en serio, con el corazón en la mano y con
la mente calma. Por tanto, hablo de Jesús dejando de lado matices religiosos y
hablando, solamente, como un filósofo, ya que a Jesús no sólo se le puede
escuchar como Hijo de Dios, tal y como hicieron los cristianos, sino que
también se le puede escuchar como filósofo, como alguien que cambiaría el mundo
con palabras de amor y respeto mutuos. Los que me conocen saben que hablo sin
religiosidad, sino como filósofo; los que no me conocen, simplemente tienen que
leer, si quieren, el resto del blog para conocerme.
Bien,
retomando el hilo argumental de la entrada, con el problema de comprensión que
tuvo y sigue teniendo el ser humano sobre las palabras de Jesús me
refiero a que, tal y como demostró el transcurso de la historia siglos después,
los propios cristianos olvidaron la palabra de Cristo, dejando de lado el amor
como elemento fundamental de las relaciones humanas, sustituyéndolo por la
violencia y la irrespetuosidad por las ideas ajenas. Sin embargo, no sólo los
cristianos tuvieron la culpa, sino también todos aquellos que, escuchando las
palabras de Jesús, las ignoraron voluntariamente, por las razones que fueran,
pues éstas fueron muchas y diversas.
¿Por qué
no se comprendió el mensaje de amor al prójimo?, me pregunto. Pues bien, tras
reflexionar largo y tendido, creo que fue por las mismas razones que he
mencionado supra, las que nos impiden vivir en libertad entre
nosotros. Confundieron amor con sexo, con relaciones íntimas entre las
personas, en vez de entenderlo por respeto mutuo y por la máxima de "vive
y deja vivir". Sobre Jesús tengo muchas cosas que decir, pero ahora no es
el momento de hablar de todas ellas.
Me
despido ahora recordando que en un mundo sin amor, pocas cosas podemos esperar
de él. Pues los sueños que no prevén para el futuro relaciones basadas en el
amor y, junto con él, en el respeto, son sueños vacíos (no todos los sueños, se
entiende, sino solamente aquellos sobre un mundo futuros, como el caso de Utopía de
Tomás Moro). Para facilitar la tarea, tal y como dijera Agustín de Hipona,
un filósofo de la África romana del siglo IV d.C., "si quieres conocer a
una persona, no le preguntes lo que piensa, sino lo que ama". Pues
deberíamos basar nuestras relaciones humanas con los demás en lo que nos
parecemos, no en lo que diferimos.
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